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Mercado grande. Crónica 37 La plaza retratada

37. Crónca 37El Mercado Grande ha sido para los dibujantes y fotógrafos la parte más característica de Ávila, y con esta plaza la ciudad se ha identificado en multitud de imágenes que no han dejado de repetirse,


Desde las primeras litografías de Francisco de Paula Van Halen fechadas hacia 1842 y los grabados de Parcerisa (1865), pasando por las fotografías de Charles Clifford (1860), Jean Laurent (1864), cuyo representante en Ávila fue el librero e impresor Abdón Santiuste, Casiano Alguacil (1866), los fotógrafos locales Hermanos Torrón (1882), Lucien Levi (1888), Hauser y Menet (1895), Ángel Redondo de Zúñiga (1900), Alois Beer (1900), El Marqués de Santa María Villar (1915,) José Mayoral Encinar (1915), El Conde de la Ventosa (1922) y López Beaubé (1927), Joaquín de Palacio “Kindel” (1927), El Marqués de Aledo (1947), Enmanuel Sougez (1953) e Inge Morath (1955), por citar sólo algunos. Y no olvidamos las numerosas postales que difundieron la imagen de la ciudad por todo el mundo a lo largo de la primera mitad del siglo XX, ni los libros que las reprodujeron como reclamo de una ciudad antigua que quiere sentirse viva, ni los dibujos de Veredas y Sánchez Merino, ni el ambiente de la plaza recogido en las pinturas de Regoyos, Sorolla, Cicharro, López Mezquita, Caprotti o Paul Charavel.

A través de la fotografía, el Mercado Grande se convirtió en el escaparate más significativo de Ávila. Bajo los soportales de la plaza estaba instalado el expositor de la ciudad, en el comercio de Lucas Martín, quien editaba y vendía postales y vistas de la ciudad. Por su parte, la relojería “Kaiser” vendía películas Kodak para cámaras fotográficas, un invento que cautivó al relojero y a Agustín Santayana, quienes gustaban de contemplar los retratos y vistas que Jorge Santayana enviaba a su padre allá por el año 1886.

No nos detenemos ahora en el estudio detallado de la historia de la plaza a través de la imagen, pero sí que conviene destacar sobremanera la importancia de la fotografía y el dibujo, pues por su valor documental, además de artístico, la historia se hace más real y más creíble, y se comprende mejor la ciudad por la grandeza de sus monumentos y la humildad de sus gentes.

Gracias a los grabados de Van Halen podemos imaginar el bullicio mercantil del Mercado Grande en los días de mercado. Por las fotografías de Clifford y Laurent conocemos a la perfección la configuración arquitectónica de la plaza empedrada rodeada, en la fachada que da al sur, con soportales adintelados apoyados en pilares de piedra y viviendas de corredor mal alineadas. A través de estos fotógrafos y de Alguacil, así como del dibujante Parcerisa, hemos podido conocer de primera mano el desaparecido edificio de la Alhóndiga, además de apreciar las distintas reformas que se suceden en los pocos años en que después se mantendría en pie. Más aún, toda la vida de la plaza de los últimos ciento cincuenta años ha quedado inmortalizada en bellas imágenes que nos enseñan los cambios realizados en la muralla y la puerta del Alcázar, los vaivenes del templete y la palomilla, el bullicio del mercado, y las manifestaciones festivas y religiosas.

Efectivamente, la fotografía es historia y arte, es tradición y leyenda, es geografía y urbanismo, es ciencia y literatura, y es poesía y añoranza, porque la imagen universal es patrimonio de todos, como la plaza.

Jesús Mª Sanchidrián Gallego

(Foto: Plaza del Mercado Grande. Tarjeta Postal Lacoste, h. 1910)

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