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Mercado grande. Crónica 42. La sombra del ciprés y viaje del vagabundo

 

42. Crónica 42 La primera novela de Miguel Delíbes (n.1920), La sombra del ciprés es alargada, con la que obtuvo el premio Nadal en 1947, toma la ciudad de Ávila para desarrollar la acción de sus personajes. La plaza del Grande es la antesala del recinto amurallado y del mirador del valle, donde se mezclan y confunden los profundos sentimientos del protagonista:

 

“De improviso me hallé en la plaza de la Santa, con la estatua en el centro casi cubierta por la nieve. Ante la entrada principal de la muralla me invadió una vaga congoja, un difuso conocimiento de una relación latente entre Jane y aquellas añosas piedras. Me detuve otra vez y permanecí un rato absorto sin saber en qué pensaba. Luego reanudé mi camino, evitando la entrada en la ciudad amurallada, orientando mis pasos hacia el paseo del Rastro. Volví a experimentar un anómalo sentimiento de placidez al desbocar mi vista por el nevado valle Amblés”.

Durante el periodo comprendido entre 1946 y 1952, Camilo José Cela (1916-2002) recorrió las tierras de Ávila y Segovia recopilando impresiones de sus gentes, su paisaje, sus pueblos y ciudades, cuyo material plasmó en un entretenido libro de viajes. De su paso por el Mercado Grande nos describe la riqueza monumental y humana de la plaza, lo que hace después de poner en orden sus papeles en una mesa del café “Pepillo”:

“Siguiendo hasta la plaza de Santa Teresa, el vagabundo llega a darse con la puerta del Alcázar, son sus dos fuertes torres y su barbacana de almenas…. El vagabundo, que no es hombre entendido en monumentos, se siente impresionar por el duro y noble aire de estas recias piedras que levantan veinte metros del suelo… En la terraza de un café, y cazando a la espera, el vagabundo se encontró con Merejo, limpiabotas y matador de reses bravas, del que también era amigo… A la plaza de Santa Teresa llegan los autobuses de la estación, con su cargamento de señoras de luto y capidengue, sus campesinos de cayada y bufanda, sus niñas de lazo y falda dominguera, sus mocitos serios y pensativos: sus garzones de boina y acné juvenil, sus zagales que aprenden para cura, para mancebo de botica, para comerciante, para veterinario, para auxiliar de hacienda, para escribiente de juzgado, para muerto en olor de santidad… (mientras) unos turistas fotografiaban un burro. ¡Los hay memos!”.

Jesús Mª Sanchidrián Gallego

(Foto: Plaza del Mercado Grande. Fiesta de la Flor, Mayoral Encinar, 1937)

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