Miradas, tactos expresiones, movimientos… favorecerán el vínculo afectivo.
El engalanamiento de calles y plazas tradicionalmente ha formado parte del ceremonial festivo que organizaba la ciudad con motivo de las visitas regias y fechas conmemorativas, y como muestra del fervor religioso, todo con un afán de autoafirmación y poderío político de las autoridades concejiles y eclesiásticas.
Otros recibimientos reales se sucedieron a lo largo de la historia, lo que se producía en la plaza del Mercado Chico, donde se encuentra el ayuntamiento, y en los que la plaza del Mercado Grande también participaba con actos de júbilo, pues por su puerta se hacían los monarcas parada y entrada, allí se les recibía, se les hacía entrega de las llaves de la ciudad, y se les pedía la confirmación de privilegios, usos y costumbres.
Las frecuentes ceremonias organizadas entorno a las exequias, coronaciones y entradas reales los siglos XIV y XV se enmarcan en un creciente proceso de acercamiento a la corona frente a la alta nobleza del reino. Con ello se pretende conseguir una identidad propia de la ciudad entorno al Rey, del territorio y sus habitantes. Efectivamente, la necesidad de demostrar la autonomía política y la fidelidad a la Corona, y reforzar la autoestima de los ciudadanos se manifestaba en ceremonias de luto por el monarca muerto, en fiestas por el nuevo rey, y en recepciones y recibimientos reales.
Con el nombre de “La Farsa de Ávila” se denomina la ceremonia de destronamiento y destitución del rey de Castilla Enrique IV en favor de la proclamación de su hermano que reinó efímeramente con el nombre de Alfonso XII. El suceso tuvo lugar en Ávila el 5 de junio de 1465, y así ha sido recogido por cronistas e historiadores, haciéndolo en su contexto histórico y con especial rigor Mª Dolores Carmen Morales.