Crónicas Abulenses III

CRÓNICAS ABULENSES III. LA MURALLA EN LA MIRADA
Presentación

00La muralla de Ávila constituye la seña de identidad histórica y cultural de la ciudad desde el momento de su bendición por el obispo Pelayo en 1090. El perfil que dibujan los 88 torreones y los muros con dos mil quinientas “almenas” y dos kilómetros y medio de longitud, que abarcan un recinto de unas treinta y tres hectáreas, refleja una atractiva silueta que es permanente fuente de inspiración literaria y artística. Y una nueva forma de mostrar la muralla y de aprender aspectos casi desconocidos es la que puede encontrarse en los viejos retratos de la misma. No se trata en estos momentos de hacer un estudio histórico de tan emblemático monumento, pues sobre este aspecto ya se han realizado importantes trabajos, pretendiéndose ahora tan solo la recuperación del rico patrimonio visual a lo largo de cien años (1860-1960).

Las fotografías antiguas de la muralla de Ávila que captaron viajeros y solitarios fotógrafos transeúntes ocupan hoy un lugar preeminente para entender el valor histórico del monumento, y ello gracias a las viejas imágenes que se convierten en importante fuente documental de conocimiento. Aprovechando entonces la riqueza plástica que ofrece la representación gráfica de la muralla, se construye el guión de la historia de la fotografía en Ávila, al mismo tiempo que se pretende enseñar en estampas el monumento más importante y significativo de la ciudad, y con ello disfrutar en su contemplación. El viaje imaginario que supone adentrarse en la historia legendaria de la ciudad monumental se materializa ahora de una forma quieta en fotografías que trascienden al momento en el que fueron tomadas. La muralla retratada cobra vida propia de nuevo cuando observamos las pequeñas transformaciones que se producen en la cerca, y más aún cuando vemos una diversidad de tipos y personajes que testimonian la lenta evolución de una ciudad anclada en la Edad Media.

Con todo, cabe esperar que estas crónicas sean una nueva oportunidad para adentrarnos en el devenir de nuestra historia a través de la mirada, al mismo tiempo que sirva de justa valoración del trabajo de fotógrafos y retratistas.

Jesús Mª Sanchidrián Gallego

(Foto: Vista general. J. Laurent, 1864)

 



Enlace a la sección Crónicas abulenses I. Ávila 1958

Enlace a la sección Crónicas abulenses II. Mercado Grande

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27 Ávila tiene en su muralla el libro de su historia centenaria. La misma que se visualiza en un reencuentro vivo a través de las fotografías del libro  La muralla de Ávila telón de fondo (2006), obra en la que recogemos la actualidad de la muralla.  La muralla se muestras entonces como telón de fondo o forillo de la representación de la ciudad en una escenografía fotográfica que expone en un catálogo visual de casi doscientas fotografías su carácter legendario, festivo, lúdico, circense, religioso, social, folclórico, pictórico,  deportivo, musical, poético, agrícola y ganadero.

26Ávila, a vuela pluma es el título de la selección de fotografías aéreas de Ávila tomadas en 1958 reproducidas en las primeras crónicas que aquí recogimos. En todas ellas, la muralla configura la silueta de la ciudad y se convierte en el referente histórico de su evolución y testigo inmutable de su devenir, y así lo atestiguan las siguientes líneas que escribimos entonces:

25 La fotografía, como fuente histórica  y del conocimiento que tenemos de la muralla, ha sido de gran utilidad para los distintos arquitectos que han intervenido en su conservación  y restauración. Tanto que estos cualificados artífices se sirvieron también de los retratos que ellos mismos hicieron para documentar las distintas transformaciones producidas en  la muralla. Estas imágenes constituyen entonces un fondo singular que bien merece el reconocimiento a sus autores.

24La representación gráfica de la ciudad encuentra en las guías turísticas un extraordinario escenario gracias a la fotografía de autor,  y buenos ejemplos los encontramos en la Revista Geográfica Española (1951), en la guía de Ávila de 1957 que publicó Camilo José Cela con fotografías de Eugen Haas, en las fotos de Nicolás Muller  cuyas imágenes abulenses junto a las de Loygorri se, ncluyeron en Rutas de España (1963), en la guía de 1965 de Luís Belmonte con fotografías del abulense  Antonio de la Cruz Vaquero.

23

Ávila se convierte en un escenario privilegiado para la literatura de la mano del ganador del premio Nadal de novela de 1947, Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada, donde se incluye la emotiva visión Ávila: “La ciudad amurallada, quieta en aquella tarde de noviembre, ofrecía desde allí un aspecto misterioso. Caía por sus extremos como si estuviese colocada a horcajadas de alguna gigantesca cabalgadura. La catedral y otros edificios altos se empinaban, destacando sobre las casas vecinas… La ciudad ebria de luna, era un bello producto de contrastes. Brotaba de la tierra dibujada en claroscuros ofensivos. Era un espectáculo fosforescente y pálido, con algo de endeble, de exinanido y de nostálgico.

22 Con la institucionalización de los Patronatos de Turismo en España en 1930 se empezó a promocionar la ciudad y su muralla a través de publicaciones y folletos, donde la literatura dejaba paso al lenguaje visual. A esta idea contribuyeron enormemente las fotografías de Ávila que hicieron Antonio Prast, el Marqués de Santa María del Villar, Otto Wunderlich, José Mayoral Encinar, Pelayo Mas, Loty, Josep María Lladó, Mariano Moreno, Rodríguez, Marín, A. Verdugo, Joaquín del Palacio “Kindel”, José Mª Velayos y Santos Delgado, así como los libros de fotografías de Ignacio Herrero de Collantes (Marqués de Aledo) y de Emmanuel Sougez, y las guías de Ávila  de Santiago Alcolea (1952) con fotografías del archivo Mas, de Camilo José Cela con fotos de Eugen Haas (1957), y de  Luís Belmonte con fotografías de Antonio de la Cruz Vaquero (1965), entre otras.

21La difusión y divulgación de la imagen fotográfica es una de las características intrínsecas a la propia fotografía. Es decir, la fotografía se concibe para ser mostrada y expuesta, y a través suyo se quiere enseñar y se procura aprender en un diálogo siempre buscado por el fotógrafo.

Las guías artísticas e históricas pronto utilizaron la fotografía como un elemento sustancial de su contenido, a pesar, a veces, de su escasa calidad. Los deseos de promoción turística de Ávila y su muralla propiciaron la aparición de diversas publicaciones y guías que incluían imágenes y vistas de una ciudad monumental y pintoresca.

20La imagen de las murallas vistas desde la lejanía constituye las señas de identidad de Ávila, y así, la revista Estampa del 28 de febrero de 1928 encabeza el artículo ilustrado por Wunderlich con esta vista bajo el título “Las Murallas de Teresa”, el cual encabeza un texto de José Sánchez Rojas que añade: “Son de oro durante el día y de plata alumbradas de noche por la luz lunar, titulo de texto que firma recias y fuertes son estas graciosas murallas medievales”.

 

19 Los acontecimientos que habitualmente se sucedían en la ciudad no eran tan extraordinarios como para atraer a los intrépidos reporteros gráficos madrileños, por eso resultó sorprendente su presencia en marzo de 1922 para cubrir los actos del Centenario de la canonización de Santa Teresa, pues ello demostraba la importancia de la conmemoración. Dichos actos fueron retratados por Julio Duque y José Vidal, miembros del llamado grupo de los héroes del reportaje fotográfico, en el que se aglutinaban jóvenes que sorprendían por su intuición y su buen hacer, además de por el fotógrafo abulense José Mayoral Encinar,

18La estela de imágenes de los fotógrafos extranjeros Clifford, Laurent y Lévy, fue seguida a en el siglo XX por el austriaco Alois Beer (1900), al que siguieron los alemanes Kurt Hielscher (1915) y Otto Wunderlich (1920); los estadounidenses Arthur Byne y esposa (1915-1918), Arnold Genthe (1922), Ruth Matilda Anderson (1923-1930), Kidder Smith (1957) y Eliot Elisofón (1962); los franceses Jules Richard (h.1900-1920), Henri Guerlin (1914), Marcel y Jane Dieulafoy (1901-1920), Maurice Legendre (1936), Jean Dieuzaide – Yan de Toulouse (1954) e Yvonne Chevalier (1956); y la también austriaca Inge Morath (1955). Todos ellos tomaron Ávila como turistas y descubridores de nuevas tierras, y dejaron su impronta gráfica de la ciudad que les acogió en importantes obras y fondos fotográficos que ya forman parte de la historia de la fotografía en España.

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