Mercado grande. Crónica 33 Ávila es como Constantinopla

 

33. Crónica 33 Ávila es como Constantinopla, escribió José Jiménez Lozano, donde el Mercado Grande constituye, junto con el Chico, el grueso de la actividad comercial.


En el Grande “se trajinaba en un comercio menor como el mercado de la tea, si bien un poco más arriba estaba la zona de los mesones y, luego, un poco más arriba todavía, se extendían los barrios cesteros y alabarderos, y también, como en torno al Mercado Chico, había hornos, herrerías y carnicerías, Y, por todas partes, incluso hilanderas, fundidores, tintoreros y cardadores, oficios en que predominaban islámicos y judíos, que tenían sus casas junto o entre las de los cristianos viejos”.

La intensa vida de los comercios de la plaza que pasan de generación en generación son una de las imágenes más peculiares con la que se identifica la misma plaza, por ello repasamos sus nombres. Repaso que hacemos a través de las distintas guías publicadas en la época, porque en ellas se indica la especialidad del comercio y su forma de anunciarse, lo que resulta de lo más ilustrativo.

En 1863 la ciudad cuenta con apenas siete mil habitantes (1.498 vecinos), año en el que la guía de Valeriano Garcés reseña que la plaza del Mercado Grande alberga una escuela pública de niños y niñas para la práctica normal de maestros en la Alhóndiga, un almacén de quincalla, cerrajería y otros objetos, una casa de huéspedes, una confitería, un estanco, una fábrica de sombreros, una pastelería, una perfumería, una joyería, y la relojería de Julio Schilling. En las viviendas habitan funcionarios del Estado, del Gobierno Militar, del Ayuntamiento, y de la Catedral, entre otros vecinos. Contándose un administrador del Estado, un canónigo, un cirujano, un sombrerero, un delineante, un delegado de seguros, el promotor fiscal, el comisario de guerra, un regidor municipal y el depositario del ayuntamiento.

En contraste con el mercado medieval, los soportales del Mercado Grande, el mejor escaparate de la ciudad que ya supera los once mil habitantes, representan en los años 1896 y 1900 el símbolo de la modernidad. En esos años se publican las guías de Antonio Blázquez y Fabrican Romanillos, y en sus páginas se insertan entrañables anuncios publicitarios de los comercios de la ciudad, lo que constituye una interesantísima fuente de información de la que nos servimos para conocer los establecimientos de la plaza del Alcázar, sin intención de ser exhaustivos.

Siguiendo entonces la publicidad que se incluye en las guías turísticas, sabemos que en el número 1 de la plaza, esquina con la calle San Segundo, está el comercio de Lucas Martín, el cual se anuncia con el siguiente reclamo: “Grande y variado surtido en infinidad de géneros, como de sedas, hilos, algodones, paraguas, sombrillas, perfumería, juguetes, etc. Artísticas fotografías de la imagen de Santa Teresa de Jesús, que se venera en su iglesia de esta capital. Medallas de dicha Santa y fotografías de los monumentos e históricos edificios de Ávila. También en el ramo de librería hallará el público cuantas obras se van publicando por las principales casas editoriales, haciéndese los pedidos de las demás que se deseen”, añadiendo también un “surtido completo de quincalla, bisutería, perfumería, artículos para bordar, flores artificiales, medallas, rosarios, bastones, abanicos, guantes y hules de última novedad. En objetos de fantasía propios para regalos, se reciben constantemente los modelos más nuevos. Inmenso surtido en objetos de escritorio y papeles pintados para decorar habitaciones. Los precios de esta casa, son los más baratos”.

En el número 2 se anuncia la acreditada sastrería de Francisco Merino, donde “se confecciona con prontitud y esmero toda clase de trajes, especializada en hábitos talares, no se abre los días festivos”.

En el número 4 se halla la confitería de Justino González con “excelente surtido en dulces finos, chocolates, jerez y manzanilla superior, ron Jamaica y elegantes cajas para regalos, especialidad en tartas de bizcocho y cera”.

En el número 5 aparece el comercio de ultramarinos Nicolás García, “acreditado establecimiento, ensanchado notablemente para comodidad del público, hay un gran surtido en todos los géneros del ramo. Entre los innumerables artículos, se citan por su bondad sin igual los aceites, quesos, pasta para sopa, conservas de todas clases, arroz, garbanzos y la manteca de vacas, así como las legítimas judías del Barco y el riquísimo salchichón de Vichs. Precios económicos”.

En el número 6 de la plaza se encuentra la famosa oficina de farmacia del doctor La Puente, en cuya rebotica se celebraban amenas tertulias, igual que en la cercana pastelería de “La Flor de Castilla”, y quien se autoanuncia: “Individuo corresponsal del Ilustre Colegio de Farmacéuticos de Madrid; socio honorario de la Academia de Ciencias y Artes de Bruselas, premiado con mención honorífica con medallas de plata y oro. Centro de específicos nacionales y extranjeros; de aguas minero medicinales, de aparatos ortopédicos. Depósito de los principales medicamentos de la casa Adrián, de París, de suero antidiftérico de Boux y de ranos preparados del doctor Ferrán. Especialidades elaboradas en esta Farmacia. Jarabe de fosfoglicertato de cal y nogal iodado. Pastillas anticatarrales. Vino tónico neurosténico”.

El segundo piso del número 6 se encuentra la Academia Preparatoria para Carreras Militares, la cual se publicita de la siguiente manera: “Especialidad para el ingreso en la Administración Militar. Directores: Don Cipriano Sainz, Ingeniero de Montes, Don Guillermo H. Magdalena, catedrático de Ciencias por oposición, y Don Enrique Colás, Ingeniero de Caminos”. También en el número 6 está el gabinete operatorio de cirugía dental del acreditado profesor Don Leocadio Losada y Moreno. Igualmente, en el mismo número 6 se halla el Café Castilla, un “elegante establecimiento con el mejor surtido en cervezas, aperitivos, licores y vinos de legítimas marcas extranjeras y españolas, helados y refrescos”.

En el número 8, que también se numeró con el 6, se encuentra uno de los comercios más antiguos de Ávila, la relojería de José Káiser, encargado también del mantenimiento del reloj del Ayuntamiento, donde se venden “relojes de todas clases y precios entre los elegantes y artísticos con el dibujo esmaltado de la imagen de Santa Teresa de Jesús, hecho expresamente para esta casa por una muy acreditada; relojes de pared de las mejores fábricas, gran surtido en anteojos con sólidas y bonitas armaduras; finos cristales y excelentes de cristal de roca. Gemelos de teatro; barómetros y termómetros; composturas esmeradas en relojes y anteojos”. Fallecido José Káiser, a partir de 1900 la tienda se anuncia a nombre de “Viuda e Hijo de Káiser”.

En el número 10 se anuncia el Gran Café Suizo, “en este acreditado establecimiento, hallará el público el mejor café y los mejores licores de cuantos se conoce. Helados finos de todas clases. Hay billares y sala de tertulia”.

En el lado opuesto del arco del Alcázar y frente al mismo, en el número 12 de la plaza, destaca el conocido Gran Café de la Amistad, que había sido inaugurado en 1873 y conocido siempre como “Pepillo”, el nombre de su fundador José Álvarez Portal, que anunciaba: “El gusto y elegancia con que se hallan decorados sus magníficos salones; la inmejorable calidad de los artículos que en este establecimiento se sirven y el sitio en que se encuentra situado, que es el más céntrico de la población, hacen de este Café el mejor establecimiento de su género en Ávila”. Encima del Café de la Amistad, tiene sede el Casino Abulense.

En la zona norte de la plaza predominan los edificios de viviendas, una de las cuales pertenecía a la familia del Presidente de Gobierno don Mateo Práxedes Sagasta (1825-1903), quien solía visitar la ciudad frecuentemente. En el número 21 está la pescadería de Patricio Acebes, quien publica: “En esta casa se reciben todos los días directamente de los Puertos de Mar pescados frescos de inmejorables clases. Existe siempre un buen surtido de latas de conservas, escabeches y queso manchego. Tiene en el Mercado nuevo el cajón núm. 33”. Y en el número 24 se halla instalada una Cooperativa de Consumo que anuncia en El Eco de la Verdad la venta de vinos de Valdepeñas, Rioja clarete y Marqués de Riscal.

Jesús Mª Sanchidrián Gallego

(Foto: Plaza el Mercado Grande, Santos Delgado, 1964)

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