Por el norte, la panorámica de la ciudad se traza por la línea del ferrocarril, desde donde se descubren nuevas vistas donde las huertas y cercados con frutales salpican la tierra cultivada que corona la muralla. “Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Ávila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada”, escribió en 1864 el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, es la crónica de la inauguración en San Sebastián de la línea ferroviaria del Norte por la reina Isabel II.
Similares vistas a la dibujada por Wingaerde en 1570 fueron fotografiadas trescientos años después desde los Cuatro Postes por Charles Clifford en 1860 y por Jean Laurent hacia 1864. Se completan estas perspectivas panorámicas con otras que hicieron a finales del siglo XIX el arquitecto diocesano Isidro Benito y el retratista y tipógrafo madrileño familiarizado con Ávila Ángel Redondo de Zúñiga, destacando entre un gran número de fotógrafos.


Aunque son pocos los testimonios que nos han llegado sobre la evolución paisajística de la ciudad desde su construcción en la edad media, nos consta que se hicieron casas con vergel y que en los palacios renacentistas se cultivan huertos y cuidan pequeños jardines, lo mismo que ya se venía haciendo en los conventos y monasterios, de todo lo cual dan fiel testimonio las fotografías que hicieron Casiano Alguacil hacia 1876 y Pelayo Mas Castañeda en 1928.
El punto de vista que tomamos ahora en esta aproximación ambiental sobre Ávila proviene, principalmente, de su historia gráfica, y de la visualización que sobre su devenir y evolución nos ha llegado. Por ello, y porque nos resulta fácil comprobarlo, sabemos que la ciudad se levanta como un castillo colgado en la cabecera del Valle Amblés, “como si estuviese colocada a horcajadas de alguna gigantesca cabalgadura”, escribió Miguel Delibes.
Los primeros retratos de la ciudad de Ávila fueron tomados por el inglés Charles Clifford en 1853, repitiéndolos años después en 1860 en una panorámica desde los Cuatro Postes, aquí aparece la ciudad medieval en todo su esplendor, aunque el verdor se oculta ante la dureza de un caserío ennegrecido por la piedra milenaria.